Hipótesis de un triunfo no anunciado

La pregunta que se hace la oposición es qué hará Henrique Capriles si, como indican los últimos tracking polls de su comando de campaña, que lo sitúan en virtual empate con Maduro y con tendencia ascendente, el régimen es derrotado este domingo pero se declara vencedor.

La respuesta a esta pregunta se la oí ayer, en un evento de la Fundación Libertad en Argentina al que asistió brevemente antes de regresar a su país, a María Corina Machado, responsable de relaciones internacionales de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), diputada y aliada de Capriles. Fue clara: si los resultados propios indican que Capriles ha triunfado, Maduro no será legitimado por la oposición, como pasó en octubre pasado cuando el adversario de Chávez reconoció su derrota, a juicio de una parte de la MUD, prematuramente. Pidió a los presidentes de la región, así como a la Organización de Estados Americanos, que mientras Capriles no se pronuncie sobre el resultado no intervengan en ningún sentido.

Hay síntomas interesantes. Algunos artistas hasta hace poco presionados por el Gobierno han salido en los últimos días a respaldar a Capriles: están perdiendo el miedo. Gledys Ibarra, famosa estrella de telenovelas, ha dicho que Maduro no es Chávez y Capriles no es el pasado. Capriles acaba de reunir a un millón de personas en la avenida Bolívar, otrora bastión del chavismo.

La acusación de homosexual que hace al líder opositor la propaganda oficial y la decisión de llevar a Maradona, que no había acudido a los funerales de Chávez, a Caracas transmiten la señal de que hay mucho miedo en el Gobierno.

Las advertencias reiteradas de Maduro en el sentido de que la oposición conspira con militares venezolanos para tratar de derrocarlo sugieren que el subconsciente lo traiciona: teme mucho que, dado que no ejerce sobre las fuerzasarmadas un ascendiente semejante al de su antecesor, algunos sectores del ejército no acepten prestarse a un fraude si el Gobierno se niega a reconocer una eventual derrota. La filtración al comando de campaña opositor, hace unos días, de los detalles del Plan Arrastre para movilizar, mediante un aparato de intimidación, a los votantes ha impactado mucho al interior del régimen, donde se interpreta este episodio como síntoma de fractura.

Maduro controla el Gobierno pero no al partido chavista ni, aparentemente, a todo el ejército. Sectores acaso cercanos al militar Diosdado Cabello, rival de Maduro, parecen emitir señales disidentes.

No conviene hacerse demasiadas ilusiones de transición democrática plena en lo inmediato, desde luego. Las posibilidades de que Maduro reconozca su derrota el domingo son casi inexistentes.

Pero su dominio del régimen es mucho menor que el de Hugo Chávez, de manera que lo que haga la comunidad internacional será crucial, en la eventualidad de un triunfo opositor, para impedir que el hombre del pajarito pueda consolidarse mediante un fraude. De allí que la oposición haya pedido que los gobiernos de la región actúen con responsabilidad, a diferencia de lo que hicieron cuando Maduro, violando su propia Constitución, asumió el mando tras la muerte de Chávez, legitimado por un Tribunal Supremo de Justicia instrumental.